JESÚS
OFRECIÓ UN SACRIFICIO PERFECTO AL PADRE POR NUESTROS PECADOS.
Cantemos al Señor un canto nuevo, (es el canto del Amor) pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. Alégrense el mar y el mundo submarino, el orbe y todos los que en él habitan. Que los ríos estallen en aplausos y las montañas salten de alegría. Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones. (Salmo 97, 1. 7-8. 9)
El relato evangélico.
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de
sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el
Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús.
Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?”
Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les
dijo: “Vengan a ver”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con
él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. (Juan 1,
35-42)
“Éste es el Cordero de Dios”. Es
Sacerdote, Víctima y Altar.
Jesús es Sacerdote porque se ofreció a sí mismo al Padre con un sacrificio
perfecto para el perdón de nuestros pecados. Es Víctima porque[um1] Él voluntariamente abrazó su Pasión y su cruz para nuestra Redención: “Por eso me
ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita;
yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de
nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.” (Jn 10, 17- 18) Es Altar
por que se ofreció como Víctima en el Altar de corazón. Todo lo hizo con Amor a
Dios y a los hombres: “Mi alimento es hacer la
voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.” (Jn 4, 34)
San Pablo nos ha dicho: “En virtud de su sangre hemos sido perdonados
y nuestros corazones han quedado limpios de los pecados que llevan a la muerte
(Ef 1, 7; Hb 9, 14) Ahora todos podemos entrar en la Presencia de Dios con una fe
sincera y un corazón limpio (1 de Tm 1- 5) Conducidos por el mismo Espíritu
Santo (Rm 8, 14) Espíritu que hizo de Jesús una Ofrenda viva, santa y agradable
a Dios (cfr Heb 9, 14).
Jesús con su sangre abre el camino para que el Espíritu Santo venga a
nosotros.
“Pero yo os digo la verdad:
Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el
Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él venga, convencerá al
mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo
referente al juicio”. (Jn 16, 7- 8) Nos
lleva por el Camino estrecho a entrar por la puerta estrecha que es Cristo
crucificando ofreciéndose en obediencia a la voluntad del Padre (Mt 7, 13. 14;
Fil 2, 8) Juan el Bautista nos ha revelado este Misterio: Respondió Juan a todos, diciendo: “Yo os bautizo con
agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la
correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego[um2] .” (Lc 3, 16)
La Obra
del Espíritu Santo es hacer que el mundo crea en Jesús, para que creyendo se
salve. Él actualiza la Obra redentora que Cristo realizó en la historia y que
el Espíritu Santo lo actualiza hoy, en nuestra vida, para la gloria de Dios, el
bien de la Iglesia y el bien de la Humanidad.
El encuentro con Cristo un momento para no olvidarlo.
Los dos discípulos, al oír estas palabras,
siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les
preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí
significa ‘maestro’). Él les dijo: “Vengan a ver”. Fueron, pues, vieron
dónde vivía y se quedaron con él ese día.
Jesús les habló de su Plan de Trabajo: “Plantar el
Reino de su Padre en el corazón de los hombres” Un Reino de amor, de paz y de
justicia. Y sembró en los dos discípulos el fuego de su amor, y con un corazón
inflamado por el Fuego de Dios que dejó en ellos la escucha de la Palabra de
Jesús se fueron a dar testimonio para compartir sus experiencias: “Hemos encontrado
al Mesías”.
El primero a quien encontró Andrés, fue a su
hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el
Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le
dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro,
es decir, ‘roca’). (Juan 1, 35-42)
El testimonio de Juan es para todos los hombres.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el
que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha
enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él. (Jn 16- 17).
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